miércoles, 5 de abril de 2017

4ª frontera: Fisioterapeuta vs. Psicólogo

FRONTERA COMPETENCIAL:
- Dolor
- Trastornos psicológicos
- Relajación

INTRUSISMO: 
- 0% Sus fines siempre son el trabajo de la mente

EXTRUSISMO:
- 100% cuando el fisioterapeuta se cree a la vez psicólogo, por el mero hecho de que el paciente le cuente cosas
- 50% relativo en casos claros en los que el dolor tiene un origen psicológico y el tratamiento de fisioterapia sólo consigue bloquearlo más


Puede que a muchos sorprenda esta cuarta frontera. Dos profesiones cuyo ámbito de actuación está lo suficientemente bien diferenciado como para que no tuvieran que existir roces. No existen, de hecho, por lo general, pero sí que existen un buen número de situaciones en las que la necesaria convergencia con un profesional de la piscología, y su habitual ausencia, pueden conllevar la adopción de extrañas estrategias por parte del fisioterapeuta y la confusión inoportuna con este profesional. Seguramente todo es fruto de la propia ignorancia hacia una profesión, la del psicólogo, todavía harto desconocida y con el estigma de una especie de mala imagen sobre su tipo terapéutico.

En este país si tú te coges una gripe, oirás a tu amigo/madre/compañero decirte: vete al médico. Si tienes una sospecha de fractura, deberías ir a que te hicieran una radiografía. Si te duele la espalda, ¿has ido al fisio? Y si te sale una caries, ¿por qué no vas el dentista? Bien. Todo esto es de una lógica perogrúllica aplastante. Sin embargo, cuando una persona tiene una herida en la mente y esta le juega malas pasadas, no escucharás a nadie decir: vete al psicólogo. Y esta herida de la mente que unas veces da tristeza, otras ansiedad, otras dolor, otras malestar extraño, otras nerviosismo, otras angustia, otras ira, otras agresividad y problemas de esta índole, no se cierra tan fácilmente. Muchas veces creemos que somos capaces de taparla y que no se note, o de que el tiempo la cierre, cuando en realidad la está abriendo más...Tenemos la extraña visión, inculcada desde la prehistoria, de que mostrar el dolor y la debilidad en la mente, es algo perjudicial y los demás no deben saber de nuestros padecimientos. Nos cuesta exteriorizar y ese es el problema. Esto que en siglo XXI debería estar superado y que, sobre todo en países anglosajones lo está, es una lacra en el mundo latino al que pertenecemos. Los psicólogos están mal vistos. Ir a un psicólogo está socialmente camuflado, es una especie de tema tabú del que no se puede hablar cuando alguien lo hace, dotándolo de una gravedad inusitada que daña a su propia profesión y que contextualiza todo lo demás, incluidas las propias decisiones que debieran tomar otros profesionales y pacientes.


Sucede constantemente en fisioterapia, pero casi nadie lo ve. Y los que lo ven, no terminan de ser honestos, porque esto sucede también. Los pacientes nos llaman también psicólogos, o utilizan nuestra sesión para descargar también sus músculos mentales. La explicación es sencilla, el fisioterapeuta atraviesa rápidamente la barrera del espacio personal, te guste o no te guste, tienes que aceptarlo. A penas hemos llegado al fisioterapeuta, no llevamos ni veinte minutos con él y ya nos está tocando. Esta "agresión" tan temprana del espacio de uno mismo tiene, habitualmente, dos posibles resultados.

1) El paciente percibe algo extraño o que no le cuadra en esa mano impuesta, disimulará hasta el final de la sesión y no volverá a aparecer por allí. O cumplirá con las sesiones pautadas, pero con cierta prisa por terminar. Estos casos suelen ser los menos.
2) Tras un par de sesiones se habrá generado un vínculo de confianza extrañamente fuerte. Este vínculo anómalo aumenta sus propias posibilidades de mejoría y hará que deposite en la persona que le está tocando, mucha de su confianza. Si el fisioterapeuta además tiene labia, se habrá ganado fácilmente al paciente y éste se sentirá lo suficientemente relajado como para contarle su biblia en verso.

Este procedimiento de desconexión que tanto cuesta a hacer a las personas y con el que muchas veces consiguen resultados los psicólogos, sucede mágicamente en la camilla del fisioterapeuta. En realidad es un proceso sencillo, que se basa en establecer contacto orgánico, pero que si no es por circunstancia obligada, cuesta desarrollar. Pero de aquí, a que muchos fisioterapeutas lleguen a considerarse también una especie de pseudopsicólogos, hay un trecho infinito. Y es que a veces tenemos incluso que aguantar este tipo de comentarios absurdos e ignorantes, venidos tanto de otros colegas profesionales como de los propios pacientes.


El principal problema que comete la fisioterapia en este campo es ese, creer que puede hacer más de lo que debe. El fisioterapeuta contribuye al bienestar psicológico, pero eso no le convierte en psicólogo ni de lejos. Sus manos sólo manejan patología física y en esto no hacemos autocrítica. Durante la carrera no existe formación alguna para detectar posibles problemas psicológicos que aparecen en las consultas y que, muchas veces, son causantes de otro tipo de problemas físicos. No digamos ya la palabra DERIVAR. A penas se conocen fisioterapeutas que tengan la sensatez/valentía/juicio para derivar a sus pacientes a profesionales de la psicología. El triste motivo es lo primero que decíamos, creer que podemos abordar un problema que ni si quiera conocemos y el segundo, más triste aún, no ser honestos con nosotros mismos y "estirar" a pacientes imposibles en "nuestras" clínicas privadas, con el único objetivo de vaciar su cuenta corriente a nuestro favor. Si total, un psicólogo es más caro aún. ¡Cuántos hombros dolorosos mejorarían con alguna que otra visita a su psique! Cuantas posturas deprimidas, cuantas barreras de miedo derribadas y cuantos dolores mejorados, pues no hay que obviar el componente psicológico de todo dolor y que el fisioterapeuta OBVIA sistemáticamente, pues es incapaz de detectar los signos.


Lo más insultante de todo es cuando el fisioterapeuta cree manejar el componente emocional a través de sus manos. Nadie niega la influencia que podamos tener y el desencadenamiento de emociones cuando abordamos el tratamiento de algo, pero ello responde más al auto desencadenamiento de una respuesta contenida previamente por parte del paciente, su rotura de alguna barrera gracias al ardid de la imposición manual y no a algún influjo mágico poderoso, que conecta el hueso astrágalo con el nucleo emocional superior, que dicho de paso, no existe. Los cursos de osteopatía viscero-emocional, miofascial nivel 20 ultra emocional y mierdas similares, no son más que una majadería sin base alguna, propia de gente que ha perdido el propio juicio de su profesión, vaya usted a saber si por frustración o que. Ya está bien de tomar el pelo. Se ha llegado a escuchar que la fascia puede ser peligrosa de manejar, pues algunas técnicas pueden desencadenar "liberaciones" emocionales de tal calibre que hagan que los pacientes se descontrolen anímicamente y el fisioterapeuta se vea abordado en su consulta, por un ataque de ansiedad, angustia o similares. Con esta chorrada de kilo, tenemos hoy en día a fisioterapeutas que creen que modulan las emociones de sus pacientes a través del movimiento de un tejido de unos pocos milímetros de grosor, que en ningún momento tiene contacto con neurona central alguna, pero si cuando dices chorradas de apellidas Pilat, parece que todo tuviera un poso de verdad absoluta. En definitiva, de una tristeza profesional superlativa.


Por último, el campo de la relajación es un campo común a muchas profesiones, con fines eminentemente distintos. El psicólogo utiliza la relajación fisiológica para conseguir la relajación psicológica. Al fisioterapeuta le interesa más bien el primer campo y, a penas la usa, de modo que no parece este lugar de muchos conflictos competenciales.

Todo se basa en que cada uno sepa jugar bien su juego, y en que el fisioterapeuta confíe en que existe un profesional que va más allá de lo que él mismo entiende. Que se recicle en este campo, en lugar de tantos otros cursitos que hace, sobre todo para aprender a detectar a tiempo otros problemas que están impidiendo alcanzar el éxito del suyo o que, son el principal motivo de auxilio para el paciente y que no está sabiendo ver. Y que el propio fisioterapeuta lo utilice para sí mismo, pues no es fácil aguantar el día a día de tantos malos padecimientos, dimes y contares que se dan sobre cualquier camilla.

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