martes, 28 de noviembre de 2017

La trilogía de la fascia: Son los padres

Esta serie fascianante sobre el mundo de la fascia y sus anexos está compuesta por tres capítulos que deben ser leídos en el siguiente órden.

Encuentros en la tercera fascia
En un lugar de la fascia
- Son los padres


Son los padres

Resulta muy impopular hablar mal de la fascia, parece ser que todo el mundo lo acepta y las explicaciones (así como el esfuerzo) de sus investigadores hacen más y más creíble el asunto. Pero las técnicas de inducción miofascial son una mentira y de las gordas.

Siempre que me explicaban la fascia me venía a la mente una cosa muy graciosa. Yo, que he sido una friki de nacimiento, recordaba los episodios de Spiderman y el simbionte, una especie de ente alienígena con vida propia, que se adhería a la piel de Peter Parker formando un traje y prácticamente le manejaba a voluntad. Quitarse aquel simbionte fue, para el protagonista, una tarea complicada y sus consecuencias casi peores, puesto que después se adhirió a otra persona con más odio y la convirtió en Venom, una auténtica pesadilla para el héroe arácnido.Este símil me sirve para especular que quizá la inducción miofascial se esté convirtiendo en una pesadilla del mismo calibre, una especie de simbionte para la fisioterapia que chupa de ella y drena su energía, a base de pseudociencia de la buena. Además está presente en todos los tejidos...ejem.

Creo que finalmente terminé por aterrizar, cuando un buen día, en medio de la enésima conversación sobre inducción miofascial, que por aquella época florecía con poco que se le regara, un amigo concluyó de manera muy irónica:

- Miofascial son los padres.

Ni yo, ni muchos de los presentes, obcecados con el método, creo que entendimos de primeras que quería decir, así que él se esforzó en aclararlo.

- Sí. Eso. Cuando eres pequeño y te dicen que los reyes magos son los padres, pues eso. Miofascial son los padres.

Y punto. No hacía falta más. Era maravilloso. Se trataba en realidad de una mentira tan esforzada que camuflaba algún que otro viso de verdad, pero estaba tan lejos de ella como la propia epifanía de los reyes magos, una mentira piadosa que te cuentan de pequeña y que te la comes sin rechistar, ni preguntarte nada. Después, con los años, el sentido común y la capacidad de razonamiento se apoderan de ti y empiezas a cuestionarte todo, algo que no deja de ser un exquisito ejercicio de salud mental. Entonces, te das cuenta que no tiene ningún sentido que existan tres señores, que se llaman reyes y que vienen de ¿Irak? a repartir regalos a todos los niños del mundo en menos de 8 horas de noche. [OJO SPOPILERS] Tiene más lógica que sean tus progenitores, que sabiendo tus preferencias escritas en una carta, acudan al centro comercial de turno, que por si no te habías dado cuenta, estaba repleto de otros padres comprando muchos juguetes a su vez. Tampoco ayudaba que pintaran la cara a un señor blanco con pinturas negras, para simular al rey Baltasar.  [FIN DE LOS SPOILERS]

Así que, inducción miofascial se sustentaba (y sustenta) en una base que, bien razonada con la propia física clásica, no podía (ni puede) ser cierta. Sus principios y su profetismo suena tan bien como el de los reyes magos, de modo que así se quedó. Por fin, cuando teníamos encuentros y salía el tema, ya éramos varios los que lo resumíamos con un son los padres. Bastaba eso para recibir miradas de desaprobación y ser incluidos en el saco del escepticismo, de donde ya no teníamos salida posible. O ya estábamos metidos en él previamente, si tampoco creíamos en dios. ¡Ah no! ¡Calla! Espera. Que hay escépticos que creen en dios. Todo muy lógico, claro que sí...


Los últimos episodios que fuimos escuchando de aquel interminable mundo de la fascia, empezaban a rozar ya lo ridículo-pantagruélico. Seguro que muchos lo habéis escuchado, pero existe una especie de aceptación general del poder somato-sensorial de la fascia. Creedlo o no, pero una amiga que no era fisioterapeuta, sino dietista, hizo una formación de miofascial. ¿Cómo? Ni idea, pero la hizo. Allí me terminó por confirmar un relato que ya había escuchado hace tiempo: aquello de que con la inducción miofascial puedes llegar a generar reacciones emocionales incontrolables e impredecibles. Tócate los huevos Mari Loli.

Lo que explicaba es que, en algún tipo de técnica o tratamiento, una de las chicas asistentes al curso empezó a llorar de manera desconsolada. Detuvieron la sesión e intentaron calmarla y fue imposible, hasta el punto en el que el profesor tuvo que suspender la formación y ayudarla a recuperar su estabilidad, perdida en algún lugar de la fascia. Cuando me contaba aquella historia tan difícil de creer, no tenía porque dudar de mi amiga, que al fin y al cabo decía haber estado presente allí, pero me parecía tan cuestionable todo...El profesor ya les había avisado de la posibilidad de que aquello sucediera, antes de empezar la clase, de alguna manera les había condicionado. Los alumnos eran, por principio, 100% crédulos con la materia y 100% faltos de crítica. Digamos que existía una consabida predisposición. Y si en algo sí creo es en el poder de la mente para condicionar reacciones, incluso no controladas. Todo ello, unido al hecho de que el contacto físico humano, al que por desgracia en el mundo occidental cada vez estamos más desacostumbrados, crean un caldo de cultivo para que aquello ocurra en personas poco avezadas. A pesar de todo, mi amiga creía firmemente que era por la fascia y yo, lo único que acertaba a pensar entonces, de una manera más llana, era que quizá existía una conexión entre la fascia profunda y el lacrimal del ojo. Ese tipo de tonterías.

Más allá de esta pequeña historieta, nuestra otra, amiga vector del conocimiento de la fascia, andaba ya por esas alturas realizando el tercer nivel del curso de inducción miofascial y hablaba de la existencia de un cuarto curso. Otros amigos iban a empezar ese año el primer curso, según comentaban acceder no había sido fácil, pues había mucha lista de espera. Oh my god! Alucinando por el éxito, la experta en la materia desarrollaba todo su misticisimo hacia ese cuarto curso que parecía ser el climax culminante de la formación, el que se titulaba como LIBERACIÓN SOMATO-EMOCIONAL. Esta era la razón de ser de aquellas lágrimas que narraba mi otra amiga.

Este cuarto curso es el que genera toda la demás leyenda, donde todo lo poco (o mucho) que puede estar esforzándose el maestro por argumentar la ciencia de la técnica, es echado por tierra por si mismo, sin ningún tipo de validez argumental. Si el sostén era débil, aquí es ya inexistente. La amiga hablaba de poder tratar depresiones o estados de ansiedad a través de la fascia, pero que había que ser un verdadero conocedor de la técnica para poder manejarse en el campo. El cuarto nivel sólo estaba al alcance de unos pocos elegidos, gente que hubiera demostrado una sobrada experiencia en el mundo miofascial y, posiblemente ninguna fisura crítica hacia la misma, unidas a esa predisposición para tragarse este tipo de contubernios judeo-masónicos. Una manera de justificar el paso de sólo unos pocos, pues al parecer no se ha realizado esta formación muchas veces, lo que contribuye a aumentar su carácter místico y excepcional. Allí se hablaba de gente que podía moverse o retorcerse incontroladamente a través de una simple técnica "telescópica", como si de un síndrome distónico se tratase, posiciones articulares imposibles e intrínsecas relaciones de la fascia con todo lo emocional. TODO. Entrando incluso en peligrosas fronteras con lo psicológico, de las que el fisio suele ser un profundo ignorante y desconocedor

Quienes hablan de esta octava maravilla de la fisioterapia casi la describen como un todopoder auspiciado por la fascia, gracias a su pleno dominio y conocimiento, que decíamos al principio. Lo somato-emocional da siempre mucho juego. La interconexión con la palabra liberación también. Sin entrar en el clarísimo extrusismo del asunto, con este teorema sobre la mesa se puede llegar a explicar todo. De esta guisa nos han contado que hay reacciones miofasciales impredecibles, como risas interminables descontroladas, picores incontenibles, bipolaridades, enfados sin sentido, agresividad, liberación de sensaciones, rabia, tristeza...Todo esto es lo que, según venden, se puede producir con la "experta" exposición de manos a través de tejidos humanos, para alcanzar un tejido nanométrico nunca explorado que tiene todas estas propiedades, por estar también conectado con las meninges. Y luego nos piden que no seamos tan críticos. Joder, pues no nos lo pongáis tan fácil.


Ponemos fin aquí a esta apasionante trilogía. Seguir, se nos antoja ya complicado, pues podríamos estar empezando a hablar ya de fenómenos extra-terrenales o peor aún, de un hipotético quinto curso. Por no mencionar lo buenísimo que es para los dedos del terapeuta, una técnica en la que todo el peso de una cabeza es sostenido desde el occipucio con apenas dos dedos de las manos, durante un tiempo bastante prolongado. Son muchas cosas, pero lo único que tenemos que añadir es...¡YA BASTA! Si de verdad nos queremos tomar esta profesión en serio de una vez por todas, basta de ambigüedades. Si de verdad la inducción miofascial puede tener algún sentido, exploremosla desde una óptica más adecuada, alejada del misticismo, de lo divino y de lo somatosensorial. Si de verdad sabemos que un tejido diez veces más fino que la licra, es incapaz de sostener 70 kg de un humano por si sólo, dejemos de vender humo sobre una terapia que aunque, puede estar bien planteada, necesita regirse por algunas afirmaciones un poco más newtonianas. No pasa nada, se reconoce el trabajo, pero no se reconoce lo que no tiene razón de ser.

Que la fascia os bendiga a todos.

2 comentarios:

  1. Excelente crítica sobre la inducción miofascial. A este paso más que fisioterapeutas habrá que ser chamanes. Lo fuerte es que por regla general pocos fisios tienen espíritu crítico.

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  2. Como paciente en recuperación de una prótesis de cabeza de radio, lesión masón 4, no puedo más que aplaudir y reír.
    El primer día que llegue a la seguridad social me dijeron que dejase inmediatamente de hacer movimientos pasivos, teniendo flexión extensión y pronosupinacion absolutamente abolidas. Es decir cero grados en todo.
    Mi traumatóloga insistió en que forzase, mi maravilloso fisio de la privada también. Pero llegué allí y la incompetente, porque hay que ser incompetente de la medico rehabilitadora junto a la fisio empiezan a venderme este modelo como si me fuese a solucionar la vida.
    A mí misma me doy gracias por mi excepticismo, como psicóloga que soy plagada de modelos absurdos, reconocí lo extraño de eso que hablaban y que no en.encajaba en nada con mis sensaciones físicas.
    Ahora bien, es ideal decirle al paciente que con eso se va a arreglar su vida, que se terminó el puto insufrible dolor. Pero eso es una mentira. Hay rehabilitaciones que duelen. Esta es una de ellas. Masajear la fascia tiene el mismo efecto que ponerle música a mi brazo y darle besos y cosquillita.
    Gracias a los pocos profesionales que quedamos con espíritu crítico, esfuerzo, competencia y sobre todo , CEREBRO.
    MIL GRACIAS

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